Historia que busca del amor, la realidad

 “A veces, preferimos amar, alejándonos, es mejor”


Hace un tiempo que estudio en el instituto San Peregrino, ubicado en el

pequeño y pacífico pueblo de Peregrino. No soy muy sociable, literal solo

tengo un amigo con el que he compartido más de cinco años de amistad; de

hecho, lo considero mi mejor amigo. John es todo lo contrario a mí: es super

extrovertido, ayuda a todos cuando puede y tiene un increíble carisma. Suele

pasar por malos ratos, pero muy pocas personas lo notan. A mí, por el

contrario, jamás puede engañarme, conozco sus gestos y forma de actuar de

pies a cabeza.

Hace unos días lo he visto más animado que nunca, por lo que le pregunté:

¿Qué ha pasado últimamente que te tiene tan entusiasmado?

Él solo suspiró por un instante y respondió:

Estoy hablando con una chica increíble.

Normalmente John es un hombre con gustos muy concretos. No suele fijarse en

el físico y ama que lo escuchen. De hecho, uno de sus pasatiempos favoritos

es contar historias y odia los silencios. Yo suelo escucharle cuando puedo, pero

a veces se me complica porque también tengo un trabajo de medio tiempo

exigente.

Me contó que dicha muchacha se llama María, ella actualmente cursa

nuestro grado, pero está en un salón de clases diferente: ama escuchar todo

tipo de historias y es algo introvertida. No le gustan mucho los grupos grandes

de personas y le apasiona leer poseía clásica.

Me impactó por un momento todo lo que sabía de ella en tan poco tiempo

de conocerse, pero quizás esa forma de expresarse en él, le ayudó bastante a

María para sentir confianza.

Ya han pasado dos meses y cada día lo veo más entusiasmado. Literal de lo

único que hablamos es de ella. Aunque siendo honesta conmigo misma, me

parece extraño. En este tiempo jamás la he visto por ningún lugar, no hablan

en los recesos y solo me muestra fotos que ella le envía en la noche.

Lo increpé por esto y solo me dijo:

Ella solicitó un trato especial por parte de la institución. Como sufre de

problemas para integrarse y pánico escénico, solo viene aquí cuando es

necesario. Le educan a distancia y usa los espacios de San Peregrino para leer

o entregar algunas actividades cuando las solicitan físicas. Viene normalmente

en las tardes, después de que todos salen, llega y se queda un rato en su salón. Le da algo de nostalgia, pero yo no le veo problema.

No aguanté más y grité: “Quiero conocerla”

Él al principio estaba bastante dudoso y no fijaba su mirada, no obstante, al ver mi animosidad accedió -aunque a regañadientes- y solicitamos ambos el permiso para estar en la escuela luego de clases.

Llegó el momento. Admito que al principio sentía nervios porque él me habló tanto de ella que ya la conocía de meses, y esta sería mi primera impresión cara a cara.

Cruzamos nuestros salones y solo seguimos caminando por ese largo pasillo que siempre estaba cerrado con tres candados. A decir verdad, me pareció raro ver la puerta de los pasillos abierta cuando siempre se encuentra cerrada. Cada momento que pasaba me sentía un tanto incómoda porque este lugar estaba deteriorado, solo podía observar humedad, moho, algunas hojas tiradas y sillas arrumadas en cada salón por el que pasábamos.

No sabía que hacer, quería devolverme, pero al ver el rostro de John, me devolvió algo de la confianza que había perdido.

Cuando llegamos al salón, este mismo estaba vacío, muchas sillas estaban arrumadas y justo en el centro se encontraba un asiento dañado, deteriorado por el tiempo, y con un nombre escrito en la parte posterior “María”

¡Aquí no hay nadie! Exclamé

John solo me observó y respondió:

Quizás al verte sintió miedo y se fue, y justo hoy quería decirle algo importante…

Me sentí mal, quizás no debía insistir más y dejar que ambos continuaran su amor de telenovela.

Al salir, una cortina de viento pasó por mi espalda y pude sentir palpable una mano en mi hombro como si de un abrazo formal se tratase. En verdad quería volver a casa.

María, ¿Quién será María?, John me envió una foto de ella con el uniforme…

¡Ese uniforme no es el actual, claro que no!

Tomé la foto y a través de Google, traté de buscar información. Si tenía chance, podría saber un poco más de ella.

Me arrepiento de haberlo hecho, y aunque esto suene a locura, deben creerme. Resulta que uno de los primeros resultados me llevó a una noticia. Sentí una sensación algo nerviosa al dar clic, pero era necesario si quería conocer más de ella. La noticia y su titular me quebraron. No tenía palabras, solo mis lágrimas y la frustración me invadían. No quería ver más pero ahí estaba la pestaña abierta:

“Niña muere en incendio provocado por un fallo eléctrico”

¿Quéee? No puede ser, eso es estúpido. No era posible porque John la había visto, ya conversaban y ella le enviaba fotos constantemente. Leí absolutamente todo, su historia, dónde ocurrió, qué pasó realmente y cómo murió.

Tomé mi impresora temblando como si hubiese encontrado algo aterrador e imprimí toda la información disponible.

A la mañana siguiente me encontré con John y no le saludé, solo le lancé la carpeta que contenía toda la información que había recopilado.

Al principio John solo leía por curiosidad y con un tono burlesco, pero a medida que profundizaba la lectura su miraba cambiaba. Podía notar todo lo que sentía en cada página: estaba envuelto en un dilema.

Como la ignorancia es atrevida, pero en él se justificaba, no creyó nada. Salió corriendo y dejó de hablarme por un tiempo. En ese mismo periodo yo investigué aun más sobre lo que sucedía.

Faltaban dos días para vacaciones y John se sentía algo triste. Me acerqué y solo pude abrazarle:

Lo siento John, pero no quiero lastimarte, eres mi mejor amigo, solo deseaba que comprendieras cómo me sentía cuando leí los artículos.

John se sentía extraño, lejano a mi presencia pese a que lo abrazaba con tanta fuerza como me era posible. En ese momento él solo me dijo:

“Acompáñame, quiero saber si todo esto es real”

Esperamos el tiempo de verla y solo había silencio. Cuando pasamos por este largo pasillo, John frenó de golpe y exclamó

¿Qué ocurrió aquí?

¡No lo podía creer, jamás había visto estos salones tan deteriorados!

En ese momento me pregunté, ¿Es que cuando hablaba con ella no los veía así?

Llegamos al salón y el silencio en ambos se sintió de golpe. Retumbó en nuestras cabezas y casi no podíamos expresar nada de lo que sentíamos. Las sillas arrumadas, un asiento deteriorado, el nombre en la parte posterior, pero…en este asiento algo cambió. Un pequeño sobre se encontraba en la tabla de madera donde apoyamos todos los libros.

¿Un sobre? ¿Quién pudo dejarlo ahí?

John, con sus manos temblorosas, procedió a tomarlo para después abrirlo. En él encontró una carta escarchada…

Al leerla, sus ojos goteaban por aquellas lagrimitas de un alma dolida…

“Hola John, soy yo, María, la persona más afortunada.

Si estás leyendo esta carta significa que ya sabes todo. Verás, hace 5 años yo estudiaba en esta institución. Me encantaba asistir a clases, pero era demasiado introvertida como para conversar con alguien o tener mi propio grupo de amigos. No solía ser muy sociable y todos los días me sentaba en esta silla, incluso en mis recesos tomaba mis alimentos aquí. Nadie me dirigía la palabra así que era muy normal ser invisible para todos.

Un día, el conserje cometió un error al tocar cables expuestos sin guantes y un corto circuito encendió unos archivos de la antigua biblioteca. El temor hizo que muchos corrieran despavoridos. Nadie hacía caso a las instrucciones de la maestra y era un caos. Uno de ellos me empujó y al golpear mi cabeza con el asiento de enfrente, me desmayé. Al despertar, estaba sola, no sentía dolor, pero sabía que algo faltaba.

Desde ese momento pasé todos estos años sentada aquí. No sabía que hacer, porque cuando intentaba salir de este salón, volvía, algo me atraía, quizás el ferviente amor al salón o simplemente la nostalgia. No sabía que hacer…

Pero todo cambió hace dos meses, ahí pude verte, llegaste aquí por ayudar al conserje con sus tareas y me encontraste, sentada sin palabras por decir. Que

sonrisa tan encantadora, que amabilidad; me sentí tan cómoda hablando contigo ese día que pude conocerte sin necesidad de preguntártelo.

Todos los días que pasaron, me sentí dichosa. Tus historias, tu forma de expresarte, tus gestos y teorías eran de las cosas que más amaba escuchar.

Al parecer la dicha no es eterna y en el momento que sentí un leve descanso, vi una luz fuera del salón de clases que día a día se hacía más grande.

Te escribí esta carta porque en el fondo deseaba conocerte más y más; de hecho, quería sorprenderte declarando el amor que sentía por ti…Pero ya no podré hacerlo.

Ahora solo me queda decirte gracias, porque fue por ti que descubrí la dicha de conversar con un alma tan hermosa como la tuya, y fue por tus deseos que yo desperté del temor que sentía…

John, me hiciste muy feliz…”

Al leer dicha carta, John cayó al suelo, atónito solo gritó por unos breves momentos: “Gracias María, me diste el mejor obsequio, amar”

Ya han pasado dos años y John guarda esta carta en su escritorio como uno de sus tesoros más preciados.

Hace 2 días una chica ingresó a la academia y cursará con nosotros en el mismo salón. Como John es el representante del grupo, se ofreció como voluntario para darle un recorrido pedagógico a la nueva estudiante.

En uno de esos momentos, en los que los dos estábamos conversando, John me presentó a la nueva compañera, se llamaba Mary, una chica introvertida que amaba escuchar a los demás y leer poesía clásica.

De repente, a John se le viene a la mente una de sus historias famosas. En ese instante interrumpe Mary y solo nos dice:

Me encantaría volver a escuchar esa historia, ¡Es increíble su final, me hace reír siempre!

¿Cómo conocía ella la historia si era la primera vez que la escuchaba?

Se hizo tarde, los tres nos separamos. John volvió a sentir magia, y yo solo sentía curiosidad. Es intrigante el amor, ¿Incluso hasta en la muerte es tan fuerte?

Comentarios